La G de Guinea
La violencia entre las Fuerzas Armadas y los paramilitares deja millones de desplazados y un número incierto de víctimas, mientras la comunidad internacional refuerza su respuesta humanitaria.

Este 15 de abril se cumplen dos años del inicio del conflicto armado en Sudán, una guerra que ha sido calificada por Naciones Unidas como la peor crisis humanitaria del mundo en la actualidad. Pese a la magnitud del desastre, aún se desconoce el número exacto de muertos y heridos, una incógnita que impide dimensionar del todo el sufrimiento de la población.
El conflicto estalló en 2023 como resultado de una lucha de poder entre dos figuras militares: el general Abdel-Fattah al-Burhan, líder de las Fuerzas Armadas Sudanesas, y Mohamed Hamdane Dogolo, conocido como “Hemedti”, al frente de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), una antigua milicia reconvertida en cuerpo paramilitar. Desde entonces, ambos bandos han protagonizado una guerra encarnizada que ha devastado buena parte del país.
Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el conflicto ha obligado a más de 13 millones de personas a huir de sus hogares, convirtiéndose en desplazados internos o refugiados. En respuesta, la Comisión Europea y varios países miembros de la Unión Europea han prometido destinar 522 millones de euros en ayuda humanitaria para aliviar la situación en Sudán.
En sus primeros meses, los avances militares de las FAR obligaron al gobierno a trasladar la capital a Port Sudán. Sin embargo, desde finales de 2024, el ejército ha recuperado terreno estratégico, consolidando su presencia en el centro del país. Logró reconquistar estados clave como Sinnar y al-Yazirah, y en marzo de este año retomó el control de la capital, Jartum, incluyendo el simbólico palacio presidencial.
La retirada de las FAR de Jartum marcó un punto de inflexión en el conflicto y fue recibida con alivio por la población civil. “¡Fue una gran noticia! Nos despertamos una mañana y todos gritaban: ‘¿Os habéis enterado? ¡Las FAR se han ido!’”, cuenta Hanaa, una joven residente en Omdurman, una ciudad vecina a la capital. “Salimos a celebrarlo. Hacía mucho que no me sentía tan libre por la noche”, relata con emoción.
A pesar del cambio en el terreno militar, la situación humanitaria sigue siendo crítica. La infraestructura civil ha sido gravemente dañada: viviendas, escuelas y centros de salud han sido blanco de los enfrentamientos. Mientras tanto, la población sigue luchando por sobrevivir en medio del caos, con la esperanza de que el fin del conflicto permita reconstruir no solo las ciudades, sino también las vidas rotas por la guerra.