La G de Guinea
Las familias de los 300 estudiantes secuestrados al noreste de Nigeria siguen esperando noticias, aunque hay pocos avances en las labores de rescate por parte de la fuerza de seguridad y defensa del país.
El pasado jueves varios hombres armados irrumpieron en un colegio de Kuriga, en la región de Kaduna, encerraron a 287 alumnos y los secuestraron. El sábado se repitió la misma escena de terror en el Estado de Sokoto, donde 15 huérfanos menores de edad de una escuela coránica fueron llevados a la fuerza por un grupo criminal mientras dormían. Estos son solo los dos últimos casos de una oleada de secuestros que sufre Nigeria.
El primer incidente se produjo el pasado 4 de marzo en un campamento de desplazados por el conflicto yihadista en el Estado de Borno, donde al menos 102 mujeres y niñas residentes en campos de desplazados fueron raptadas, presuntamente por un grupo yihadista, mientras recogían madera en un bosque cercano.
La preocupación aumenta cada día más por esos recurrentes secuestros masivos de estudiantes en 14 estados de Nigeria, un problema que va más allá de las motivaciones religiosas.
La Safe School Initiative, establecida en Nigeria tras el trágico secuestro de 276 alumnas de la escuela secundaria de Chibok en 2014 (con aún 100 de ellas desaparecidas), emitió una alarma ante esta situación. Dicho organismo se encarga de proteger las escuelas de ataques terroristas y busca abordar este desafío que afecta gravemente la seguridad educativa del país.
La organización pidió al gobierno de Nigeria adoptar todas las medidas necesarias para garantizar la liberación y el retorno en condiciones seguras de las personas secuestradas a sus familiares.
Una de las consecuencias de esas deficiencias es la disminución de la matriculación escolar, lo que ha supuesto un gran retroceso en la educación de las niñas.
La presencia de diversos actores armados, incluyendo yihadistas, pastores fulani y bandidos, que forman alianzas y compiten entre sí, contribuye a un aumento significativo de la inseguridad en toda la región centro-norte de Nigeria. Como consecuencia, las familias de los rehenes se ven obligadas a pagar rescates, vendiendo sus propiedades y negocios con el fin de reunirse con sus seres queridos.
El secuestro se ha convertido en un negocio en auge y en una de las principales fuentes de ingresos para grupos de delincuentes armados que proliferan en el noroeste de Nigeria, cuya actividad está en plena expansión. Entre julio de 2021 y junio de 2022 se produjeron unos 500 secuestros en este país africano, en los que 3.420 personas fueron raptadas y, en su mayor parte, liberadas posteriormente tras el pago de un rescate.
En el caso específico del secuestro de los estudiantes en la escuela de Kuriga, se informó que el principal sospechoso era un grupo de pastores fulani que actuaba en nombre de Dogo Gide, un conocido bandido especializado en secuestros. Este individuo ya había participado en el secuestro de 126 alumnos de la Bethel Baptist Secondary School en Maraban, Estado de Kaduna, en julio de 2021.
La alerta se extiende a los estados de Adamawa, Bauchi, Borno, Benue, Yobe, Katsina, Abuja, Kebbi, Sokoto, Plateau, Zamfara, así como al territorio de la capital federal, Abuja, y otros tres estados no especificados.